domingo, 23 de julio de 2017

Los hermosos

Eran una parejita de rubios colorados.  Apenas entré la ví. Hermosa y radiante: pecas en la cara, pelo colorado a rubio a la altura de los hombros, perfecta. Un leve escote, un cuerpo chiquito, por momentos de niña, una modelo de las de instagram. Ella y su perfección se llamaban Vicky. Como tiene que ser.  "Hermosamente hétero" pensé. 
Era una casa gigante, divina, minuciosamente decorada, con un patio incréible, luces de colores, casa antigua, de esas que podrían ser un hostel. Obviamente vivía una pareja gay. Hermosos también. Todo era así: Hermoso. 
En la cocina, con paredes color naranja, había una mesa con de todo: agua, caramelos, chicles, chocolates, mucho tabaco, mucho faso, picadores, muchos filtros, y encendedores "Bic". 
-Acá está todo lo que necesitan. En la heladera hay cervezas. - Nos dijo uno de los dueños. 
Éramos al rededor de 15 personas. La mayoría varones.
En "la pista" (una habitación despejada con más agua, más golosinas y luces) bailábamos música electrónica. Ahí lo ví a él: el colorado. "Lindo" pensé. "El más lindo de la noche". De él no recuerdo el nombre así que lo voy a llamar "El rubio-colorado" porque él sí era más rubio que colorado. 
Apenas llegamos con mi amiga, vinieron dos de las tres mujeres que había, a saludarnos y darnos la bienvenida. Una de ellas, Vicky, nos llevó a la cocina y nos cuenta que se trataba de la fiesta de bienvenida a ella y su novio, porque habían estado en la India de viaje. Y nos pone un stiker indio en la frente. Con la excusa de interesarme su relato y su stiker, que por cierto, sí, era muy lindo, (muy de la India), yo iba observándole los movimientos, los dientes, la sonrisa, tratando de encontrar aunque sea una imperfección ajena como una lagaña o restos de comida en su impecable dentadura. Todo para comprobar que sí, que era mortal. Pero no. 
Con mi amiga pensamos que su novio era otro lindo de la fiesta, pero de esos que saben que son lindos y miran en plan gato, posan y pasan a ser bananas. Y pensé en que era muy linda para un novio tan gay reprimido.
Pero después, al volver a la pista, los ví juntos, a los rubios colorados. Se besaban y eran una poesía de Vinicius de Moraes, porque sufrías de lo bellos y una de Borges porque apretabas los dientes de lo complejo del asunto. Eran la postal de la hermosura. Ella, toda dorada. Él pasó de ser sólo "lindo" a "hermoso y perfecto" porque ella era hermosa y perfecta. Él le debía su belleza. Bailaban y se besaban rodeados por el aura de los lindos. No dejaban ningún vestigio de desprolijidad. Perpetuaban el amor de las novelas. 
A las 01 de la mañana me tome un cuarto de éxtasis. Y el amor empezó a inyectarse en mi sangre, sentía el calor en la cara y bailaba con las manos, sólo moviendo las manos, metida entre las luces, cómo si fuesen una jaula acogedora. 
Sóla en mi mambo, moviendo mis manos, estaba yo, y, cada tanto venía alguien a meterme en la ronda. Quizás pensaban que, al ser la única desconocida, la "nueva", me coptaba la timidez. Pero no, yo estaba muy ocupada observando formas en las luces convencida, además que jamás habían sido vistas ni descubiertas por nadie. Las formas del amor, pensaba. 
Después de pasar del patio, a la cocina, de intentar entre tres personas armar un cigarrillo, y escuchar como otros y otras hablaban mucho. Increíblemente yo, no decía una palabra. Sólo si me preguntaban. Me preguntaban mucho si estaba bien, porque soy seria y la gente cree que soy muy ortiba. Después de todo eso, volví a la pista, y filmé las luces en cámara lenta, alguien me masajeaba el cuello y yo me dejaba tocar por primera vez en la noche. 
Casi que imponiendo un nuevo estilo de baile "con las manos" me vi rodeada de manos moviéndose como las mías. Alguien trajo crema y empezamos: una orgía de manos resbalándo, una encima de otra, dedos entrelazados, muñecas sin respirar, manos de novias. No podíamos parar, si no fuese por que alguien no paraba de hablar y, claramente no era el momento. Ahí pensé en quiénes de lxs presentes hablan cuando cogen y quienes no. No quiero pensar en esto, tengo la líbido en mis manos. Me voy.  
Entonces fui a la cocina y estaba el rubio colorado, antes lindo ahora hermoso, sentado y dos chicos le ponían agua en el cuello y lo tocaban, lo tocaban y lo besaban mucho.  Me senté enfrente, sin decir una palabra y la imagen era órgasmica, bailába por sí sola, me emocionaba. Su cara de placer dibujaba el origen, suscitaba que estaba renaciendo. 
Así estuve, durante la noche, sintiendo una energía extraña entre el rubio colorado y yo, cada vez que lo tenía cerca. Parecía tímido. Creo que no le conocí la voz. La rubia colorada, bailaba, sonreía, pero sólo con dos personas: su novio y su amigo gay. Alguna vez la miré, a ver si respondía o se veía interpelada, pero sólo se limitaba a cruzar miradas con los de su raza aria rubia- colorada, los perfectos de la noche.
En la pista, otra vez yo con las luces y mi conexión infinita, el rubio estaba al lado mío. Bailábamos uno al lado del otro, pero no de frente ni de espaldas, a tres cuartos diría. Hasta que con una enorme timidez, de ambos, empezamos a darnos vuelta. Y quedamos frente a frente. No nos mirábamos. Nos seguíamos moviendo hasta que se cruzaron nuestras manos, las que antes tenían crema. Yo estaba en la disyuntiva de dejarme llevar y pensar en que la novia, que estaba en la cocina, podía aparecer en cualquier momento. Así que dejé que él tome todas las iniciativas. Y él las tomó. Pasó de las manos a los brazos y los tocaba, los acariciaba, los masajeaba. Así un rato. De los brazos a los hombros, y a mi cuello. Yo lo seguía y le copiaba los movimientos. Mano, brazo, dedos, hombros, masajes, dedos, manos, brazos pegados. Hasta que  buscó mi cara: me apoyó la frente. Para ese momento ya me había olvidado de la rubia, aunque el evento hubiese sido hermoso si, ella, que era la otra mitad de la perfección, hubiese estado presente. De la frente con frente pasó a apoyarme el cachete en el mío, mientras me masajeaba la espalda. Yo hacía lo mismo, todo lo que digas, rubio antes lindo ahora hermoso. Y a partir de ahora: "el novio". El novio agarraba el pelo, la cara, la espalda y cada vez mas nos acercábamos al punto de querer traspasarnos y ahí, ahí me abrazó. Fuertemente, pero fuerte. Yo sentí el todo en mi cuerpo, la sangre, el calor, el éxtasis, el amor, la perfección que ahora me habían contagiado los hermosos. Planterio, las luces habían agujereado nuestros cuerpos abrazados, y ahora era el aura de lo desprolijo, eso que él no conocía, eso que ahora abrazaba intensamente con el profundo deseo de quedarse sin querer saber cuánto duran las cosas que dan placer. 
Pero de repente, "el novio" cayó en la realidad, y así de un saque, y en seco, dejándo atrás en un sólo parpadeo, sin pensar en nada mas que el mañana, me soltó empujándome y yo quedé tambaleando. 
Y volví con las luces. Y él con la rubia.
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