sábado, 11 de marzo de 2017

Cómo náufraga, te agarras, Josefina, de rocas que se desgranan, de arena mojada. Sin llano piso que te encamine buscas el hastío y el hartazgo. No conforme nunca con el nudo en tu garganta, lloras escondida y naufragueas flotando el río. Inconclusa y desarmada, Josefina, te sientes desamada. Con rituales y bendiciones, predices los amores. Nunca basta, con bolsillos agujereados miras de lado y encuentras otro hombre. Tempestuosa la soledad, no te deja, Josefina, vivir en paz. No finjas que no me entiendes, tus ojos, Josefina, no desvían la mirada, esconden el pestañeo del olvidado, siempre agarrada de la pendiente, de un dedo, de dos o tres. Josefina, te rige el grito, no brindes oprimida. Distinta o furiosa, como mujer hermosa, sola, y en caravana, escucha los gritos de las lobas de la montaña sagrada. 

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